viernes, 30 de abril de 2010

Tabula Rasa (Parte 1)

Capítulo 01:

"I spent the winter on the verge of a total breakdown
While living in Norway
I felt the darkness of the black metal bands
But being such fawn of a man
I didn't burn down any old churches
Just slept way too much, just slept

My mind rejects the frequency
It's static craziness to me
Is it a solar fever?
The TV man is too loud
Our plane is sleeping on a cloud
You turn the dial, I'll try and smile
We've eaten plastic weather
This family sticks together
We will escape from the south to the west side
My mind rejects the frequency
It's just verbosity to me

I spent the winter with my nose buried in a book
While trying to restructure my character
Because it had become vile to its creator
And through many dreadful nights
I lay praying to a saint that nobody has heard of
And waiting for some high times to come again

(..)".

Of Montreal - A Sentence of Sorts in Kongsvinger


¿Alguna vez se han despertado y han visto al mundo como una pizarra en blanco, vacía, lista para ser escrita a nuestro modo?.

Es así como despertó un día, eran las siete y cuarenta y cuatro de la mañana de un día martes cuando Ricardo abrió sus ojos y vio al mundo de una forma distinta, las almohadas estaban más cómodas que de costumbre, no sentía ni calor ni el frío que sentía últimamente, se levantó, se puso algo de ropa y avanzó hacia la puerta de su dormitorio, el sol había salido, las gaviotas emitían un sonido hermoso, las palomas parecían todas listas para una ceremonia, las nubes eran blancas como la nieve, parecía ser un día distinto para Ricardo, pero antes de salir de su cuarto notó algo más, ya no sentía deseos de escribir.

Durante la mañana Ricardo desayunó una taza de soya, dos panes con huevo, algo común de todos los días, a excepción de los domingos que desayunaba camote frito o alguna merienda traída por su madre del mercado, pero en este día su paladar experimentaría nada más que puro placer en la soya y los panes con huevo, como si fuera la primera vez en años que los probaba.

La sensación empezó a parecerle confusa a las nueve y treinta y dos, ¿Qué había pasado? se preguntaba, en el jardín las mariposas revoloteaban sobre la planta de maracuyá, sin darse cuenta ese día no leyó el periódico ni se enteró de las noticias del Perú y del mundo.

A las tres y veintisiete Ricardo sintió un dolor en la mano, no le importó, el día estaba muy lindo, una pequeña molestia en un día tan extraño y hermoso no valía la pena la duda, aunque más tarde lo recordaría, a las cuatro y veintiuno Ricardo salió de la casa donde vive, tenía un deseo inexplicable por la calle.

Las personas lo miraban, parecía como si alguien hubiera puesto un hechizo que no le dejaba parar de sonreír, después de cuarenta y dos minutos Ricardo llegó al centro de Lima, a la plaza mayor para ser exacto, miraba a las vacas y también a las esculturas que imitan a las vacas, de repente le volvió a doler la mano, esta vez eran los dedos, el índice y el anular de la mano izquierda, fue por unos segundos y luego se detuvo.

Diez minutos después de ese breve dolor en su mano él presenciaba a una pareja de recién casados que subían en un carruaje impulsado por dos caballos blancos, el corazón de Ricardo de repente sintió una extraña sensación, era la primera vez en su vida en la cual el compromiso no le parecía algo tenebroso, él sospechó que era por la imagen de la pareja joven de esposos, pero no fue así, superar eso es algo que él estuvo cultivando desde hace meses, hoy era el día en el que cosecharía ese fruto.

Mas tarde ese mismo día cerca de ese mismo parque donde vio a la pareja de esposos el joven Ricardo se dispuso a comer un pedazo de pizza con refresco, -Fue otro manjar de los dioses- se dijo a si mismo una vez terminado lo que sería su lonche, al salir del local donde merendó observo el cielo oscuro de Lima, era un día de luna llena, la ciudad estaba iluminada de una manera casi perfecta, de pronto Ricardo se sintió distraído por la conversación de otros dos jóvenes que discutían sobre poesía y relaciones, cada uno de los vates estaba en una trinchera, uno defendía su derecho a escribir lo hermoso del universo y no lo terrible de su vida, el otro alegaba que sin expresar el sentimiento de tristeza en unos versos no podría entender su verdadera naturaleza, el segundo joven dijo -Si no hay lágrimas en tus poemas no hay poemas en tu corazón, escribes solo porque te aburres en tu tiempo libre-, entonces Ricardo siguió caminando y dejó de oír la discusión.

El jirón de la Unión es un camino transitado por miles de peruanos cada día, esta noche no era la excepción, Ricardo no podía evitar mirar la gran cantidad de rostros, casi infinita de personas, era un mar de emociones, habían personas riendo, gritando, llorando, soñando, personajes con un rostro neutro, Ricardo siempre pensó que ellos son los que más secretos ocultan, vio de todo y al final del camino sintió que ya no importaban, las personas que acababa de ver desaparecerían de su mente en cuestión de minutos, todo lo opuesto a sus días del ayer.

En la plaza San Martín un tumulto de gente rodeaba el monumento al personaje dueño del nombre del parque, exigían algo al estado aunque ahora yacían descansando, guardando fuerzan para la mañana siguiente, a Ricardo no le importó y siguió su camino, de repente un joven se le acerca y le ofrece una salida.

Quince metros después del lugar donde un joven le preguntó si buscaba drogas Ricardo recordó la discusión de los jóvenes poetas, entonces regresó el dolor en su mano izquierda, seguido por el mismo dolor pero en la mano derecha, fueron segundos pero él nunca lo olvidará.

Ricardo llegó a la plaza Francia, en cada banco había un pareja, todos parecían enamorados, todos parecían felices, de vuelta recordó a la joven pareja de esposos de la plaza Mayor, entonces ocurrió, esbozó una sonrisa y en ese momento él lo entendió, a las nueve y cincuenta y tres de la noche Ricardo no pudo evitar decir en voz alta lo que iluminó su mente -Ya no duele.